lunes, 4 de octubre de 2010

¡¡Pero si estoy bien doctor!! Crónicas Hospitalarias I

Para una antisocial como yo, pocos lugares hay donde lo pase tan mal como en un hospital. Aparte de lo obvio (se ve gente enferma y eso), es que te relacionas, como cuando estás en la cola de Mercadona. Aunque sólo le dirijas la palabra al médico (o a la cajera) estás rodeado de gente.

Por circunstancias de la vida he visitado unos cuantos hospitales, (yo soy bastante sana menos mal) pero como la experiencia que me llevo siempre es desagradable, voy a comentar cada vez que vaya.

El otro día tuve que ir al ambulatorio de mi pueblo, es nuevo por lo tanto hay mucha luz y los pasillos son amplios. Me dieron cita para ese mismo día, no había mucha gente así que pensé que sería bastante puntual (hohohoho). Llevaba un bolso pequeño así tuve que elegir entre un libro o la agenda, sí, agenda con hojas, separadores y eso. Soy una techie pero es que si usara la del móvil me perdería la mitad de las citas, principalmente porque el móvil siempre está por ahí, olvidado.

Aclarada esta cuestión de vital importancia, continúo con el relato. Llegué un minuto antes de la hora, me senté junto a un pilar y a una distancia prudencial de tres asientos con María Antonieta y sus amigas, citadas para otro médico. Una persona mayor iba antes y resultó que estaba pachucha. Hasta que me atendieron pasaron más de 30 minutos. Mi móvil no tenía suficiente batería para escuchar la radio (qué falta de previsión), así que no me quedó más remedio que camuflarme con el entorno. Entré en modo Standby: sin participar, sólo oyendo.

María Antonieta le contaba a sus amigas el error que la persona de recepción cometió al citarla para el mismo día, creyendo ella que era para el siguiente, de modo que ahí estaba un día equivocado tratando de que la atendieran. Iba acompañada de su madre y su hija. Por supuesto la conversación no tenía desperdicio: la edad a la que empezó a usar sostén. Minutos más tarde su hija se cansó de esperar y empezó a danzar por los asientos, haciendo alarde de sus modales al sentarse y enseñarnos la ropa interior. Inner Carmen tuvo ganas de golpear a alguien. ¿A qué edad los niños tienen que ser educados? La madre de María Antonieta le reía la gracia a la niña. Pensé en los abuelos del mundo y me sentí pena por ellos. Afortunadamente a los diez minutos entraron en la consulta.

La persona que salió debía entregar una muestra de orina, así que muy obediente fue al baño para volver minutos después. Ese rato bastó para que un impaciente señor se pusiese de pie frente a la puerta, no entiendo que otra función puede tener enfurruñarse ahí, salvo exhibir tu disgusto. Volvió la otra persona a entregar su muestra, Inner Carmen se murió de asco al entrar en su campo de visión el botecito, que traía descubierto y en la mano. Puagggggggggg. Inmediatamente desvié la mirada hacia el suelo pero ¡¡¡¡¡HORROR!!!!!, el señor enfurruñado tenía garras en los pies, puntiagudas y feas. Inner Carmen puso toda su Fe en la humanidad para creer que era por alguna cuestión de salud que ese hombre no se cortara las garras.

Mientras me recuperaba tuve tiempo de sorprenderme al ver como la persona con el bote NO esperaba a que terminase María Antonieta, tocó y pasó. Afortunadamente el médico la mandó esperar fuera. Me pareció de tan mala educación... Me imaginé a mí misma siendo auscultada por el médico, haciéndote toser y ese tipo de cosas con la camisa abierta, wonderbra a la vista y una persona desconocida entrando con una muestra de orina en la mano. Puagggggggggg.