lunes, 2 de enero de 2012

Los guays y los rancios - Crónicas Hospitalarias II

Qué abandonado estaba el blog, a ver si le damos más vidilla.

He sufrido un par de ataques de muchocuiento.com por lo que he visitado unas cuántas salas médicas en los últimos meses. He sobrepasado el cupo anual de aguante hospitalario.

Explico, no me gusta nada ir al médico. Soy una persona sana y me parece una pérdida de tiempo. Aclarado esto, añado: mi visión es la de una snob.

Puedo dividir en dos categorías los centros que he visitado: los guays y los rancios. Damos por hecho que ambos son igual de buenos profesionales, los rancios y los guays, nadie me ha dicho lo contrario. Es el valor añadido que hace que elija uno u otro.


Cómo identificar una consulta guay: por el boca a boca (o tuit a tuit) o visitando su página web para investigar un poco. En su web no sólo puedes ver fotos, sino también la importancia que le dan a la imagen (corporativa, of course). Y si encima cuando llamas por teléfono para pedir cita, te responden (ojo, es dificilísimo que te contesten a la primera) y son amables, ya ni te digo.

La reafirmación de guay a cool: cuando entras en esa sala y está todo limpito. Me refiero a una decoración suave, sin cuadros al óleo de naturalezas muertas, sin tapizados de damasco tonos beige, sin olor a hospital.

Incorporación inmediata a mi guía michelines o dog-friendly: cuando no te preguntan por tus datos personales delante de todo el mundo, son así como discretos o mejor todavía, rellenas un impreso.



Cómo identificar una consulta rancia: cuando te lo recomienda con esta frase por alguna parte: "de toda la vida". Cuando estás en la sala de espera y la persona de recepción se dedica a poner verde a: su amiga, su compañero de trabajo o su jefeciLio/jefeciLia.

La reafirmación de rancio a arcaico: Cuando entras y el olor es a algo que te recuerda a viejo o naftalina directamente. Te hacen pasar a la sala de espera sin luz natural pero con sofases estilo Luis algo o escuela de la Bauhaus (pero comprados en esa época), con papeles o telas en las paredes que no son vintage precisamente.

Incorporación inmediata a la lista negra: Cuando la persona que te atiende tiene este perfil: señora que te trata de "cariño" o "corazón" y te pregunta todos tus males a viva voz y los apunta en una ficha de rayas azules y rojas. Cuando después entras a la consulta y todas las puertas son de ese tono imitación caoba y huecas, con sillas mullidas verde oliva,. Cuando tratas de no pensar en el olor y ojeas las revistas, descubres que son el Hola o Semana de hace un año y medio, están manoseadas y ya sin grapas.

Dejando de lado la parte personal, es decir, mi predisposición a que no me guste, no entiendo porqué no se le da importancia a este tipo de cosas. Son profesionales que mal pagados no están (no sé si ellos ponen su propia tarifa) o incluso algunos son semidioses de la medicina.
Pero un recepcionista mal entrenado, un teléfono desatendido por poco personal, la falta de privacidad (recuerdo que existe la ley de protección de datos para los centros médicos es la más elevada), o un sistema de trabajo no informatizado, determina la percepción global del lugar.

Carmen, la paciente imperfecta.

lunes, 4 de octubre de 2010

¡¡Pero si estoy bien doctor!! Crónicas Hospitalarias I

Para una antisocial como yo, pocos lugares hay donde lo pase tan mal como en un hospital. Aparte de lo obvio (se ve gente enferma y eso), es que te relacionas, como cuando estás en la cola de Mercadona. Aunque sólo le dirijas la palabra al médico (o a la cajera) estás rodeado de gente.

Por circunstancias de la vida he visitado unos cuantos hospitales, (yo soy bastante sana menos mal) pero como la experiencia que me llevo siempre es desagradable, voy a comentar cada vez que vaya.

El otro día tuve que ir al ambulatorio de mi pueblo, es nuevo por lo tanto hay mucha luz y los pasillos son amplios. Me dieron cita para ese mismo día, no había mucha gente así que pensé que sería bastante puntual (hohohoho). Llevaba un bolso pequeño así tuve que elegir entre un libro o la agenda, sí, agenda con hojas, separadores y eso. Soy una techie pero es que si usara la del móvil me perdería la mitad de las citas, principalmente porque el móvil siempre está por ahí, olvidado.

Aclarada esta cuestión de vital importancia, continúo con el relato. Llegué un minuto antes de la hora, me senté junto a un pilar y a una distancia prudencial de tres asientos con María Antonieta y sus amigas, citadas para otro médico. Una persona mayor iba antes y resultó que estaba pachucha. Hasta que me atendieron pasaron más de 30 minutos. Mi móvil no tenía suficiente batería para escuchar la radio (qué falta de previsión), así que no me quedó más remedio que camuflarme con el entorno. Entré en modo Standby: sin participar, sólo oyendo.

María Antonieta le contaba a sus amigas el error que la persona de recepción cometió al citarla para el mismo día, creyendo ella que era para el siguiente, de modo que ahí estaba un día equivocado tratando de que la atendieran. Iba acompañada de su madre y su hija. Por supuesto la conversación no tenía desperdicio: la edad a la que empezó a usar sostén. Minutos más tarde su hija se cansó de esperar y empezó a danzar por los asientos, haciendo alarde de sus modales al sentarse y enseñarnos la ropa interior. Inner Carmen tuvo ganas de golpear a alguien. ¿A qué edad los niños tienen que ser educados? La madre de María Antonieta le reía la gracia a la niña. Pensé en los abuelos del mundo y me sentí pena por ellos. Afortunadamente a los diez minutos entraron en la consulta.

La persona que salió debía entregar una muestra de orina, así que muy obediente fue al baño para volver minutos después. Ese rato bastó para que un impaciente señor se pusiese de pie frente a la puerta, no entiendo que otra función puede tener enfurruñarse ahí, salvo exhibir tu disgusto. Volvió la otra persona a entregar su muestra, Inner Carmen se murió de asco al entrar en su campo de visión el botecito, que traía descubierto y en la mano. Puagggggggggg. Inmediatamente desvié la mirada hacia el suelo pero ¡¡¡¡¡HORROR!!!!!, el señor enfurruñado tenía garras en los pies, puntiagudas y feas. Inner Carmen puso toda su Fe en la humanidad para creer que era por alguna cuestión de salud que ese hombre no se cortara las garras.

Mientras me recuperaba tuve tiempo de sorprenderme al ver como la persona con el bote NO esperaba a que terminase María Antonieta, tocó y pasó. Afortunadamente el médico la mandó esperar fuera. Me pareció de tan mala educación... Me imaginé a mí misma siendo auscultada por el médico, haciéndote toser y ese tipo de cosas con la camisa abierta, wonderbra a la vista y una persona desconocida entrando con una muestra de orina en la mano. Puagggggggggg.

martes, 17 de agosto de 2010

Cuánto estrés: Santorini

Estos días de tanto calor y sol (puagggggg) recuerdo las vacaciones de hace dos años en Grecia y los buenos momentos que me traje. Voy a tratar de transmitir algunos de Santorini.

Es una isla pequeñaja en medio del Egeo, info aquí, una gozada. De ahí son la mayoría de fotos que se utilizan en las guías (la cúpula azul de una iglesia y casa blancas). Tiene un par de ciudades (Fira y Oia), blancas por todas partes y en agosto, llenas de turistas, (yo juraría que vi a alguien que me sonaba de Castellón).


Vista de Oia que se quedó en mi cámara.

Me encantaría volver porque a pesar del barullo de gente, es un lugar donde la calma va de serie, en la gente, en el viento, en el ruido de las olas, ya me entendéis. Hay campings y hoteles por toda la isla, puedes elegir alojarte en plan super lux (en unos hoteles/cuevas), en hoteleles normalitos o en plan mochilero, la isla tiene un punto hippie. Yo me quedé en el Villa Roussa de Fira, muy mono.

Un momento muy bueno fue cuando mis acompañantes y yo tomamos un taxi para visitar Oia, el patriarca taxista (llamémosle Milos) viendo que nos podíamos ir en bus llegó con un Mercedes inmenso y algo viejo, nos colocó a cuatro personas en la parte de atrás mientras él, charlaba con un campista griego, supongo que arreglaban el mundo por cómo gesticulaban. El trayecto Fira-Oia era rápido y en línea recta pero el campista iba al lado opuesto de Oia, de modo que Milos nos hizo un tour por la zona Norte, por la cara. Si no recuerdo mal el precio estaba pactado.

La ciudad de Oia es muy muy muy bonita, blanca por todas partes y está llena de rincones. Por alguna razón tienes la sensación que estás invadiendo momentos muy especiales de personas que pasaron por ahí antes que tú. Ahora mismo paseando debe haber alguien mirando desde el mismo lugar en que que estaba yo, oliendo el mar y oyendo los árboles. ¿Captarán mi presencia?

Hay un molino muy conocido donde se reúnen todos los turistas a ver cómo se pone el sol, ohhh, yo también fui. Interesante ver cómo todos los desconocidos llegan en plan ritual, sin normas y se dedican a contemplar el infinito. Molón pero no de lo last, probablemente demasiada gente. Salir de ahí es una odisea, avalancha humana a velocidad abuelito.

Un día alquilamos un quad en el rentacar con los dueños más desagradables de Grecia. Os aconsejo uno potente, la isla es todo cuesta. Momento 10. Libertad; carretera; paisaje; viento; jajaja yo puedo pasar y tú no; vistas aquí y allí ¡¡qué no doy abasto!!; el sol pica (uy, esto no es bueno); montaña arriba montaña abajo; una playa con arena negra otra con arena roja ¿dije arena?, piedreciLias negras, piedrecilias rojas; un cocacolito aquí, un cocktail allá; ¡¡qué se nos acaba la isla!!; comida en el restaurante de Azula l final de la isla ¡ah! prueba el yogurt griego; oh vaya, un pulpo al sol...


Vista desde el Diverso Café (Fira)

Otro momento 10: tomarse un café frappé mientras anochece mirando la caldera del volcán. Ahhhh, qué pasada. Mientras viaje y pueda recordarlo así, no me importa pasar agosto en casa.